Tardé muchos años en hincarle el diente y sólo lo conseguí tras imaginar en mi cabeza cada uno de los personajes como si fueran contemporáneos, colegas de paseo o instituto.
Aquella experiencia, años después, la subí a espectáculo. Una obra divertida, loca, improvisada, amorcillada, pero que nos sirve para hacernos a la idea de qué es la Celestina, quién es quién en la obra y por qué pasa lo que pasa.
La Celestina lleva acompañándome desde mediados de los años noventa y no la retiro de cartel porque es de esos trabajos que sigues disfrutando cada día, de esos espectáculos en los que la novedad está en volver a representarlos.
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